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martes, 21 de febrero de 2012

Juan Goytisolo, “El legado andalusí”

Introducción Juan Goytisolo

(Barcelona, 6 de enero de 1931)

 es un escritor e intelectual español.  Considerado como el narrador más importante de la generación del medio siglo, su obra  abarca novelas, libros de cuentos y de viajes, y ensayos. Es colaborador del diario El País.  Su vida ha sido la de un intelectual rebelde al franquismo. Un hecho decisivo en su vida  fue la muerte de su madre en 1938, cuando él tenía sólo siete años, en un bombardeo en  Barcelona por la aviación nacional, lo que probablemente ha influido en su rechazo de la  España tradicional y conservadora. De esta forma realizó un autoexilio en el que vivió en  Marrakech y París. Se instaló en París en 1956 y trabajó como asesor literario de la editorial Gallimard. Entre  1969 y 1975 fue profesor de literatura en universidades de California, Boston y Nueva  York. Su situación en la editorial Gallimard le ha convertido, además, en uno de los  intelectuales españoles más influyentes en el extranjero y habitual en la prensa española,  en particular de El País, para el que ha sido corresponsal de guerra en Chechenia y  Bosnia. Es un crítico de la civilización occidental, a la que contempla desde una óptica  periférica. Desde la muerte de su esposa, Monique Lange, en 1996, ha fijado su  residencia en Marrakech. En noviembre de 2008 le fue concedido el Premio Nacional de  las Letras Españolas que concede el Ministerio de Cultura en reconocimiento a la  trayectoria literaria de un autor español. (<http://es.wikipedia.org>, “Juan Goytisolo”  accesado 17 agosto 2009). El siguiente ensayo es una crítica de la manera en que se ha entendido el pasado  musulmán (tanto la época de gobierno islámico como el legado cultural que dejó ese  tiempo). El él, Goytisolo cuestiona las narrativas nacionales que los españoles han  construido en los últimos siglos, sobre todo frente la realidad actual europea multicultural  y plurireligiosa. “El Legado Andalusí: Una Perspectiva Occidental” El País (19 julio 1999) La cultura española se distingue de las restantes culturas de la actual Europa Comunitaria  por su occidentalidad matizada.1 Si su pertenencia al conjunto [la Unión Europea] no  ofrece dudas, brinda no obstante una serie de componentes y rasgos, fruto de su pasado  histórico, singulares y únicos. La presencia musulmana en nuestro suelo a lo largo de diez  siglos ­desde la invasión árabo­beréber del año 711 a la expulsión de los moriscos2 en
1 O sea, su occidentalidad (‘Westernness’) comprometida, complicada. 2 Los moriscos eran los últimos musulmanes españoles, descendientes de los musulmanes que se  convirtieron a fuerzas durante el siglo XVI (1500­1600), que siguieron la práctica del islám en secreto,

1609­, aunque tenazmente combatida y finalmente extirpada, ha dejado una profunda  huella en su lengua, costumbres modos de vida, arte, literatura. Si a ello agregamos el  papel desempeñado en la Edad Media por una floreciente comunidad hebrea [judía] que  actuó de correa transmisora entre sus compatriotas de las otras dos religiones monoteístas  [islám y cristianismo], comprenderemos mejor que este factor semita de España ­pese a  su drástica eliminación por los Reyes Católicos en nombre de la uniformidad religiosa y  una supuesta limpieza desangre­3 haya embebido nuestro carácter y hábitos incluso de  forma inconsciente y por vías a menudo ocultas. Las fastuosas conmemoraciones del Quinto Centenario [en 1992], esto es, de la fecha  clave de 1492 ­que abarca no sólo el "descubrimiento" de América sino también la caída  del reino nazarí4 de Granada y destierro de los judíos­, incluían en su programa ­a modo  de tardía y modesta reparación­ un homenaje a Al Andalus y a Sefarad, a la España de las  castas vencidas, víctimas del fanatismo inquisitorial y las absurdas mitologías de nuestros  antepasados (¡los hidalgos [nobles] españoles del Siglo de Oro [ca. 1550­1650] se  consideraban herederos del reino visigodo5 [ca. 500­700] abatido en el siglo VIII por  Tarik y Muza!). Pero la celebración de estas dos entidades abstractas, desvinculadas de la  realidad que las engendró y de la que ellas a su vez engendraron, a fin de rehabilitar un  pasado trunco y exorcizar nuestra conciencia culpable, se llevó a cabo con propósitos  muy distintos: mientras se ensalzaba el esplendor de Sefarad como presencia viva y el rey  de España pedía solemnemente perdón a los descendientes de los sefardíes expulsados,6 Al Andalus [nombre árabe para la península ibérica] era enhestado como ideal luminoso  y bello pero muerto, y ninguna voz se elevó a entonar un mea culpa, por el bárbaro  decreto del Tercer Filipo y su valido el duque de Lerma.7 Con la misma tesitura que algunos arabistas de ayer ­para quienes la civilización árabe se  detenía en el siglo XIV y su aproximación a ella seguía las pautas de los latinistas
escondiéndola de la Inquisición española. 3 Se refiere aquí a los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, quienes prohibieron la  práctica del judaismo (en 1492) y del islám (1502) en España. 4 Se refiere a la dinastia nazarí de Granada, último reino musulmán en la península ibérica. 5 Los visigodos eran una tribu germánica que invadió la península ibérica después de la caída del imperio  romano (476 AD). Se convirtieron al cristianismo, adoptaron el latin vulgar como idioma, y reinaron hasta  la invasión musulmana de 711. 6 En 1992, como parte de las celebraciones del quinto centenario de la derrota de Granada y la expulsión de  los judíos españoles (y el primer viaje de Colón), el rey español Juan Carlos II les pidió perdón a los  descendientes de los judíos expulsados, que hasta la fecha seguían hablando español y considerándose, de  cierto modo, españoles. 7 Es decir, aunque pidieron perdón a los judíos expulsados, no se les hizo semejante acto a los  descendientes de los moriscos expusados en 1609 por Felipe III.

Juan Goytisolo, “El legado andalusí” respecto al latín­,8 se proclamaba el reconocimiento y admiración a un patrimonio que, no  obstante el hecho de ser nuestro, no mantendría ninguna conexión con el arte, cultura y  sociedad de la España contemporánea.  Los tiempos han cambiado, desde luego, y lo que antes se percibía como ultraje, luego  como curiosidad y por fin como valor ­un valor perturbador, eso sí, a causa de su  naturaleza anómala­, se exhibe hoy en los tratados arquitectónicos, guías artísticas y  folletos destinados al turismo como una de "las glorias imperecederas del viejo solar  [tierra] hispano". Aun así, la ocultación continúa pues, como sabemos, la llamada  Reconquista9 se acompañó con una destrucción sistemática de los monumentos  musulmanes, tanto civiles como religiosos, como la llevada a cabo en fechas recientes por  los griegos en Chipre [ing. ‘Cypress’] y los serbios en Bosnia. Según muestra por  ejemplo Miguel Barceló, la Isla de Mallorca sufrió las consecuencias de dicho etnocidio  purificador y sólo la intervención de Alfonso X salvó a la Giralda10 de la demolición  exigida por el clero [sacerdotes] (léase el libro de Ballesteros Beretta sobre el rey Sabio).  La hermosura y magnificencia de algunos monumentos célebres [famosos] hoy en el  mundo entero, desde la mezquita Omeya de Córdoba al palacio nazarí de la Alhambra, les  preservó felizmente de la piqueta [es decir, de la destrucción] y, aunque afectados una y  otro por la construcción en el siglo XIV de una capilla real de estilo granadino y la  erección del incongruente y severo palacio de Carlos V, siguen brindando a sus visitantes  la insólita perfección de su arte. Pero todos los conquistadores incurren en ese género de  asimilaciones y afeites y los monarcas aragoneses y castellanos no fueron una excepción.  El influjo de la mirada ajena [la perspectiva de extranjeros] fue decisivo en el cambio de  nuestra percepción del legado arquitectónico andalusí. Una antología de los escritos de  los viajeros europeos por España desde el siglo XVII hasta comienzos del actual con  respecto al tema reflejaría su asombro y maravilla en abrupto contraste con la apatía e  indiferencia de los indígenas [los españoles]. Varias anécdotas recogidas por Borrow y
8 Goytisolo acusa a los arabistas españoles de considerar la cultura andalusí como una cultura muerta y por  adpotar frente ella una actitud semejante a la de los clasicistas que estudian las culturas ‘muertas’ romanas  y griegas. 9 La ‘Reconquista’ es una idea histórica que presupone una continuedad entre los reinos visigodos de los  siglos 500­700 y los varios reinos cristianos del norte (Navarra, León, Castilla, Catalonia) que, entre ca.  900­1500, estaban en conflicto primero con el Califato Omeya (ing. Umayyad) en Córdoba, y después de la  disolución de éste en 1032, con los varios reinos musulmanes de la península (Zaragoza, Valencia, Toledo,  Murcia, Alicante, Granada, Sevilla, etc.) hasta la última guerra entre los Reyes Católicos y el Reino nazarí  de Granada en 1492. El término sugiere que los Reyes Católicos, al conquistar Granada, simplemente  tomaron de nuevo tierra que había pertenecido (hace unos 740 años, a sus antepasados). Privilegia el  dominio político cristiano en la península ibérica, y por consiguiente, la de la nación española moderna  como castellana y católica. 10 La Giralda es la torre de la Catedral de Sevilla, que anteriormente fue el minbar (torre) de la mezquita  de Sevilla (Ishbilia) antes de la conquista de esta ciudad por Fernando III ‘El Santo’ en 1248.

Ford sobre esas cosillas de los moros arrojan una luz cruda sobre la hondura del  desinterés e ignorancia casi generales del propio pasado, producto de la beligerancia anti­ islámica de la Iglesia y del castizo desdén de los campesinos e hidalgos.  Si la mirada de los demás forma parte del conocimiento integral de nosotros mismos, la  de los visitantes franceses, anglosajones y alemanes contribuyó a rectificar poco a poco la  visión de las obras de arte islámicas y la escasa atención que merecían. Basta con  comparar las increíbles opiniones de un arabista como Simonet [arabista español]  referente a la Alhambra con las de Washington Irving, para captar de inmediato el abismo  de prejuicios que1as separaba. Muy significativamente, las primeras apreciaciones  positivas de la España musulmana vinieron de la pluma de los afrancesados y liberales  [españoles] exiliados en Londres. Siglos de hostilidad expresa o sorda condenaron a los  monumentos conservados a la incuria [descuido] y vejámenes [abusos] del tiempo como  a los millares de manuscritos arábigos de El Escorial y otras bibliotecas a acumular  polvo.11 El arabismo español no surgiría sino en la segunda mitad del XIX. Ello tiene una explicación plausible. La decadencia militar, social, económica y cultural  de España con el ocaso de los Habsburgo originó una reacción en los espíritus más  lúcidos, imbuidos de las ideas regeneradoras de la Ilustración [‘Enlightenment’], contra la  opresión y oscurantismo religioso culpables de nuestro atraso. La frasecilla de "África  empieza en los Pirineos" fue vivida a la vez en la Península como realidad dolorosa e  insulto.12 Había que deshacerse del peso inerte de la historia, asumir las doctrinas del  progreso, ser europeos como los demás. Para los autores de ese proyecto  bienintencionado y saludable, cualquier alusión a elementos de nuestro pasado que no se  compaginaran con el abstracto ideal europeizador, resultaba incómoda e incluso molesta.  El entusiasmo de los viajeros por los tesoros omeyas, almorávides, almohades y nazaríes  caía en un terreno yermo [no fértil] y tardaría en calar [echar raíces] en él.  Digámoslo bien alto: el complejo de inferioridad acerca del retraso histórico y nuestro  pasado árabe ha perdido su razón de ser. En la Europa Comunitaria a la que nos hemos  incorporado, nuestra diferencia no ha de ser ya un recordatorio penoso ni causa de
11 Ya que la posesión de cualquier libro en texto árabe se prohibió a mediados de siglo XVI (ca. 1550),  había muy poco interés en el vasto patrimonio cultural árabe español hasta bien entrado el siglo XIX. El  interés en la cultura andalusí como propia a los españoles actuales es muy reciente y no muy universal.  Miles de mansucritos árabes y hebreos se perdieron o en los fuegos de la Inquisición española (1478 ­ ca.  1800) o por ser  12 España vivió muchos siglos con la idea de su propuesta inferioridad gracias a la influencia del islám y el  judaismo en su cultura nacional. Esto, junto con la idea de la ‘leyenda negra’ que se propagó en Europa  occidental (la idea que los españoles como conquistadores fueron más crueles y bárabos que otras gentes  europeas por su orígenes árabes y africanos) contribuyó a un complejo nacional de inferioridad.

Juan Goytisolo, “El legado andalusí” frustración: la huella musulmana en nuestro suelo, visible en todos sus ámbitos, es  expresión al contrario de una riqueza y originalidad únicas. Ningún país europeo cuenta  con un patrimonio como el legado por Al Andalus y ello no redunda en mengua de [no  reduce] nuestro europeísmo. Somos europeos distintos, europeos en más.  La historia nos enseña en efecto que no existen esencias nacionales ni culturas  intrínsecamente puras como sostenían los cristianos viejos13 y sostienen los extremistas  serbios de hoy. El mosaico de países que componen el espacio común europeo se ha  configurado a lo largo de los siglos con el choque seminal de influencias opuestas,  mediante fenómenos de hibridación, permeabilidad, contraste y emulación. La irrupción  de lo heterogéneo es a la vez la del espejo en el que nos vemos reflejados y un incentivo  imprescindible. Cuanto más viva sea una cultura, mayores serán su apertura y avidez  respecto a las demás. Toda cultura es a fin de cuentas la suma total de las influencias que  ha recibido. La experiencia de España ­como la del mundo árabe revela que sus periodos  de buena salud y expansión coinciden con los de su receptividad y multiplicación de  contactos con lo exterior mientras que los de descaecimiento y postración se caracterizan  por la busca baldía de unas "esencias" que constituirían el núcleo de su alma primitiva y  sin mezclas: ortodoxia nacional y religiosa, autosuficiencia, rechazo de lo extraño,  repliegue a valores identificatorios petrificados, miedo obsesivo a la contaminación del  vecino.  Cuando se abolió la convivencia medieval14 y los Reyes Católicos y sus sucesores  impusieron una homogeneidad sin grietas, nuestra cultura se transformó en erial: España  se desenganchó paulatinamente del tren de la historia y se privó hasta fecha reciente del  acceso a la modernidad.  Este desdichado ejemplo cifra una amarga lección y advertencia. La Europa Comunitaria  no debe adoptar en ningún caso, como propugnan sus ultras, una actitud conservadora  fundada en un ámbito cultural estricta y reductivamente europeo por muy rico y  deslumbrador que a primera vista aparezca. Un proyecto cerrado a la movilidad y  mestizaje concomitantes a [característicos de] lo moderno nos convertiría en gestores  prudentes del pasado, despojándonos de esa curiosidad por lo ajeno que es el rasgo más  destacado de los mejores escritores, arquitectos y pintores de nuestro siglo. El  extraordinario patrimonio artístico y cultural de Al Andalus formó parte durante centurias
13 Cristianos de los siglos XV­XVII que se consideraron sin ‘mancha’ de herencia judía o musulmana. Se  distinguieron de los cristianos nuevos, los recién convertidos del judaismo y el islám. 14 Durante la edad media, en la Península Ibérica convivieron musulmanes, judíos, y cristianos en la misma  sociedad. El historiador Español (exiliado desde la guerra civil española) Américo Castro acuñó el término  ‘convivencia’ para expresar esta realidad.

del mundo occidental antes de ser desalojado de él por la nueva idea de Europa, devuelta  a sus raíces helénicas sin intermediario de los árabes,15 forjada en el Renacimiento. Esa  Europa inventada a finales del siglo XV16 separó brutalmente las dos orillas del  Mediterráneo y repudió como ajena la realidad cultural que la alimentó durante la Edad  Media. Es hora ya, próximos a entrar en el nuevo milenio [el siglo XXI actual], de que  reincorporemos dicho patrimonio al lugar que le corresponde: como expresión de una  occidentalidad distinta, representada por Al Andalus en el terreno de la arquitectura,  filosofía, ciencia y literatura.  Las grandes creaciones omeyas [ca. 800­1030], almorávides [ca. 1060­1100], almohadas  [ca. 1140­1250] y nazaríes [ca. 1250­1500] ­fruto de los trasvases y corrientes migratorias  entre la Península y el actual reino de Marruecos­, así como sus ramificaciones  magrebíes, sursaharianas y mudéjares [musulmanes bajo reinos cristianos], han de ser  vistas hoy como paradigma de una visión ecuménica que incluya las nociones de  diferencia, anomalía, mescolanza y fecundación. Aprendamos la lección magistral de  Gaudí y de Picasso y compartamos su apetito voraz por el arte de todos los continentes y  épocas. Comentario: En tu opinión, ¿qué son las tres características de una sociedad moderna?  Selecciona una cita del ensayo de Goytisolo que mejor se relaciona con este problema y  explica tu selección.  Terminología Reyes Católicos: Fernando de Aragón e Isabel ‘la católica’ de Castilla y León. Con su  matrimonio (1469) se unieron las coronas de Aragón (cuyos territorios abarcaba lo que  hoy es Aragón, Catalonia, y las Islas Baleares, junto con territorios extrapeninsulares en  Italia y la África del Norte) y Castilla y León. visigodos: una tribu germánica que invadió la península ibérica después de la caída del  imperio romano (476 AD). Se convirtieron al cristianismo, adoptaron el latin vulgar como  idioma, y reinaron hasta la invasión musulmana de 711. cristianos viejos: Cristianos de los siglos XV­XVII que se consideraron sin ‘mancha’ de  herencia judía o musulmana. Se distinguieron de los cristianos nuevos, los recién
15 La sabiduría griega (ciencia, poética, matemática, medicina, etc.) pasó a incorporarse al mundo islámico  a lo largo de los siglos VI­IX, y luego pasó por España a la Europa Occidental por medio de traducciones  latinas (y luego castellanas) de traducciones árabes de los escritores griegos. 16 Es decir, la imagen histórica de Europa renacentista, en que la sabiduría de la antigüedad clásica  (grecorromana) se resucitó, como si fuera del aire, en Italia y Francia en los siglos XIV y XV, sin que  pasara por una etapa intermedia.

Juan Goytisolo, “El legado andalusí” convertidos del judaismo y el islám.  El concepto de “la limpieza de sangre” remonta a la segunda mitad del siglo XV. El  primer estatuto [ley] de pureza de sangre (Toledo 1449) decretó que “los conversos eran  indignos de ocupar cargos [empleos], privados o públicos, en la ciudad de Toledo y en  todo el territorio de su jurisdicción.” En 1501, Los Reyes Católicos decretaron que ningún  hijo ni nieto de quemado hasta la segunda generación pudiese tener oficio de la  administración real sin especial permiso de la corona. Tal restricción luego empezó a  hacerse común, entre las órdenes militares o y religiosas, y municipalidades. En 1522 se  extiende también a las universidades de Salamanca, Valladolid, y Toledo. Para cumplir  con los estatutos, se tenía demostrar que era cristiano "por los cuatro costados", es decir,  fe de bautizo, etc., tanto de padres y madres como de los cuatro abuelos. Sin embargo, y  en la práctica, había numerosas excepciones a esa regla general, dado que cada institución  tenía sus propios requisitos y procedimientos para satifascerlos.  <http://es.wikipedia.org/wiki/Estatutos_de_limpieza_de_sangre>. 28 agosto 2009. cristianos nuevos: judíos y musulmanes que se convirtieron al catolicismo (o sus hijos o  nietos). A lo largo del siglo XV (1400s) llegan a constituir una nueva clase social en  España que sigue experimentando algo de la discriminación que sufrieron los españoles  judíos y musulmanes, pero que tiene acceso a las instituciones católicos más importantes.  Forman un subgrupo masivo en la clerecía, los letrados (abogados y funcionarios reales),  y el comercio internacional. Por consiguiente, atrayen la sospecha y el resentimiento de  varios cristianos viejos. Temas:   1) Explica qué son los 3 argumentos principales de Goytisolo. Selecciona y comenta por  lo menos una cita que mejor representa cada argumento (min 500 palabras). 2) “España se desenganchó paulatinamente del tren de la historia y se privó hasta fecha  reciente del acceso a la modernidad”: Para Goytisolo, ¿por qué tardó tanto España en  modernizarse? ¿Qué características esenciales de la modernidad faltan? Incluye y  comenta por lo menos 3 citas del texto en la respuesta. Prof. David Wacks, Dept. of Romance Languages, University of Oregon http://rl.uoregon.edu/people/faculty/profiles/wacks/index.php http://twitter.com/davidwacks http://www.scribd.com/davidwacks